LA MUERTE NO ES UN FIN, ES UN MEDIO
Una vida terrena miserable en un cuerpo mortal y la promesa de un alma inmortal en el paraíso si nos prestamos a sus engaños, han sido las promesas clásicas de todas las religiones para mantenernos domesticados. Los griegos y romanos decían que los seres humanos tenían cuerpo y alma y que, mientras el cuerpo sufría en la tierra, a su muerte, cuando se iba a visitar a Plutón (el dios, no el planeta enano), su alma tenía tres destinos: Un futuro inmortal feliz si el cuerpo se había portado bien, un futuro inmortal desdichado si el cuerpo se había portado mal y ni una cosa ni la otra porque no tenían pruebas de la inmortalidad del alma. La religión cristiana pronto copió la idea y tras la muerte del cuerpo promete la inmortalidad del alma en el cielo, un lugar superaburrido lleno de gente buenaza, o el castigo en el infierno rodeado de mujeres malas, alcohol, tabaco y con un montón de vicios a tu disposición, una verdadera juega inmortal. Ante este planteamie...